EL DÍA DEL PÁRROCO, SEGÚN PASAN LOS AÑOS…

De Juan Mesquida a Roberto Buckle, en Santa Teresita del Niño Jesús.

Padre Roberto Buckle
Hubo momentos, en nuestra vida, en que la parroquia –y hablo de la siempre querida de Santa Teresita del Niño Jesús, primero en calle Berutti 343; después en Villarino 460- fue  mucho más que nuestra segunda casa. Fue el segundo el segundo hogar, estrechamente al de nuestra familia.

En la escuela, de chicos y un poco más, pasábamos cuatro horas diarias, de lunes a viernes, con el separador de los días feriados o las festividades litúrgicas que, antaño (me refiero a los años ’40 y ’50 del siglo que se fue) se celebraban tanto o más que las fiestas nacionales.

En cambio, en la parroquia, fundamentalmente en la casa aledaña al templo de La Inmaculada, primera sede, en que seguimos el culto cotidiano durante casi 15 años, pasábamos largas horas de cada jornada. En vacaciones, salvo que se viajara, de la mañana a la noche.

Por aquellos entonces, la figura del padre Juan Mesquida, el primer párroco,  se nos aparecía como aquel ángel tutelar que guió nuestros pasos en la fe; y que, incansable como era, acompañó con su presencia y su entusiasmo todas y cada una de las actividades que fuimos desplegando, como monaguillos, que lo fuimos, o como aspirantes o jóvenes de la Acción Católica, la principal asociación de apostolado laico de aquellos tiempos.

Un buen día, y era mayo del ’59, después de 22 años a cargo de Santa Teresita y tras el profundo desvelo por el nuevo templo que soñaba y alcanzó a “disfrutar” apenas por dos calendarios, el corazón del buen padre Mesquida, cansado de trajinar, escuchó el llamado del Señor; y él se fue a gozar de la Gracia Eterna que tenía prometida.

Dejó la estela perdurable de su fe, su devoción y su trabajo incesante, atendiendo pastoralmente a lo que, siempre, la familia parroquial, la suya.

Padre Juan Mesquida
Sin conocer demasiado, en detalle, la persona de San Juan María Vianney, la asociamos, siempre, con la del padre Mesquida. Nos quedó grabada, sí, la lucha constante; los “sermones” encendidos; la pasión, bien entendida, puesta en la formación de su seguidora feligresía. De su fervor, se nos presentan a menudo los ejemplos que marcó para seguir: Santa Teresita, San Luis y Santa María Goretti; con más la ferviente devoción a la Virgen de Fátima.

Pasaron los años, a veces más cerca y un tanto más lejos, pero volviendo siempre, para observar y seguir la misión del padre Bosetti primero, brevemente; y del padre Jorge, por muchos años, después. Al padre Koening lo señalan, los recuerdos, como un celoso y profundo seguidor de la liturgia, como complemento de la fe y la frecuente asistencia de los sacramentos. 

Y llegó un momento, hasta de cambio podría decirse, en que la parroquia de nuestros años niños y jóvenes, quedó en manos del padre Roberto (Buckle), curita joven -¿será apropiada la definición?- que trajo el impulso de los nuevos tiempos.

Sin dejar de lado la senda marcada por sus antecesores, él ha trasformado Santa Teresita. Lo hace con un carácter afable, que ha cautivado al punto de colmar, felizmente, el enorme ámbito de aquel templo que fue construido con el permanente respaldo de los parroquianos de las primeras épocas, guiados por el padre Mesquida.

Es una mínima particularidad, pero Roberto encaró, con fuerza, la transformación de esa iglesia que vimos crecer, ladrillo a ladrillo, en nuestra juventud. Y como aquella de la resplandeciente capilla de La Inmaculada, Santa Teresita, ahora luminosa, luce como ejemplo de lo que es la familia parroquial, en la que todavía “sirven” fieles de las primeras décadas.

Al padre Roberto le “asiste”, aunque parezca un contrasentido, la responsabilidad de extender su labor apostólica, con la incesante proyección que “su” parroquia, la nuestra de toda la vida, tiene hoy en día y tendrá acrecentada al paso de los años.

Felizmente, el espíritu de Roberto le acompañará en su ímproba tarea de todos los días. Lo guía la protección del Señor. Entonces, nada le faltará.


Lo saludamos entrañablemente, en la festividad del Santo Cura de Ars.

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